Hágase poeta culterano en un día. Método garantizado

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¿Cansado de escribir tanta página novelera sin resultados? ¿Desencantada del desagradecido mundo del cuento? ¿Nadie quiere entender sus ensayos? No desespere, no se preocupe, aquí está la solución: poesía. Conviértase en poeta de la noche a la mañana y las puertas de la satisfacción literaria se abrirán de par en par a su paso. Pero no en un tipo de poeta cualquiera, no; no de esos que penan todo el tiempo "qué triste estoy que se me ha muerto la novia"; tampoco de esas poetas de la naturaleza "hermano ornitorrinco, hermana tiranosauria"; ni siquiera del tipo más rebelde "hagamos la revolución con premura y afición". Nada de eso, sino todo un poeta culterano. Ahí es nada.
Sorprenda a familiares y amigos con silvas, dísticos, octavas o incluso castizos haikus que harían palidecer de envidia a Los del 27. Amenice hasta la extenuación sus sabatinas veladas florales con sonetos en alejandrinos o madrigales metafísicos entre trago y trago.




Todo ello con el sencillo y, lo que es mejor, gratuito método Aguja de navegar cultos, expuesto allá por el 1631 por don Francisco de Quevedo y Villegas. Esta brújula conceptista, que descubrí hace algunos meses en la bitácora de los DesEquiLIBROS da las claves para convertirse en un Luis de Góngora y Argote de andar por casa, al tiempo que embiste con furia contra el estilo y contenidos de las obras que éste sufrido clásico dio a la imprenta, especialmente sus Soledades.

Se enmarca dentro del duelo de plumas en que se enzarzaron estos dos escritores en cuanto cabezas visibles que eran de dos formas completamente opuestas de entender la poesía o la literatura en general. Precisamente en la bitácora antes citada hay una estupenda recolección de las perlas que aquellos se regalaron cual pedradas en la cabeza con el título El arte de insultar, en la que, además, se compara tan excelsa polémica con la bajuna forma de lanzar improperios que utiliza la fauna borrega infiltrada por todos los rincones del mundo digital, una vez arrasado el analógico.

Pero vayamos al grano, o mejor dicho, a la receta quevedesca:

Aguja de navegar cultos con la receta para hacer "Soledades" en un día, y es probada.

Con la ropería del viejo de anocheceres y amaneceres, y la platería de las facciones para remendar romances desarrapados.
Quien quisiere ser Góngora en un día
la jeri (aprenderá) gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica, armonía;
poco, mucho, si, no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, librar, adolescente,
señas, traslada, pira, frustra, harpía;
cede, impide, cisuras, petulante,
palestra, liba, meta, argento, alterna,
si bien, disuelve, émulo, canoro.

Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro;
que ya toda Castilla,
con sola esta cartilla
se abrasa de poetas babilones
escribiendo sonetos confusiones;
y en la Mancha, pastores y gañanes,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya soledades como migas.
Ahora bien, sepan que todo en la vida tiene un precio. Y este no es otro que el señalado por don Francisco como colofón de su aguja:
Con esto, y con gastar mucho Calepino sin qué ni para qué, serás culto, y lo que escribieres oculto y lo que hablares lo hablarás a bulto. Y Dios tenga en el cielo el castellano y le perdone. Y Lope de Vega a los clarísimos nos tenga de su verso.

Y ahora, a practicar.

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Ilustración:  El poeta pobre, de Carl Spitzweg, expuesto en la Neue Pinakothek de Munich.